31 de diciembre de 2010

Carta desde la Cama

Querida Cama,

Mientras algunos se dejan fortunas en nuevos y preciosos trajes para empezar requeteguapo el 2011, comen hasta saciarse de todo y más, se trasladan a lugares mágicos para cuando hoy den las 12; servidora se encuentra en un estado totalmente contrario a ello. Sí, para variar lo que he hecho durante todo el año, me encuentro en la cama, con gripe, fiebre, vómitos y demáses. Mi traje para este nuevo comienzo no es otro que un pijama rosa con una jirafa de colorines, lo único de lo que me saciaré esta noche será de beber agua del grifo mientras veo cómo mis padres, mi hermano y mi abuela engullen y echan kilos a sus traseros, y el único lugar al que me trasladaré, será con suerte, el salón de mi casa. Espero que este estado no sirva de precedente para el resto del año.

2010. Madre. Qué año más... difícil... Sí, ha sido difícil. Arrate me diría que cuanto más difícil más reto personal. No es que despida el año con una cara triste, aunque si por momentos lo pienso un poco, hay razones de estarlo.


He aprobado mi primer año de carrera, he visitado un montón de países en verano con el pedazo de Interrail, he conocido a gente increíble, desde Haithem, Jaione, Nuha, Nina, Edurne, Javi, Samantha, Rocío, Ángel, Paulina, Tatiana, Isabel, Jasone, Lisa, Khadizhat, y es que si sigo me pierdo, y seguro que me dejo a muchas personas.


Sobre todo me quedo con eso, con todas las personas a las que he conocido. Algunos de ellos llegaron para dejar una huella enorme en mí e irse pronto, otros llegaron para quedarse, y otros que ya estaban aquí simplemente se fueron. El 2011 traerá a otras personas, algunas se quedarán imagino y otras se irán. Qué más quisieramos muchos que tener cerca de nosotros a todos aquellos a quienes queremos y apreciamos. Pero son cosas de la vida.


Quiero dar gracias a todos, a los que estaban desde hace tiempo y siguen estando, a quienes han venido para descubrirme un mundo que no conocía y enseñarme, a quienes se han ido dejando una parte de ellos conmigo y se han llevado una parte de mí con ellos, a quienes han hecho mejor en irse, a quienes por cosa del destino no llegaron nunca.


A todos. A todos porque estáis siempre ahí, esperando leer otra entrada, viviendo conmigo mis alegrías, llorando mis penas. A ti. Sí a ti. Porque haces posible ésto. Tú me haces posible.


Empecé el 2010 con un sólo propósito y deseo que llamaron Claudia. No penséis que la olvidaba. Su llegada fue una incertidumbre, nadie sabía lo que ocurriría ni cómo ocurriría. Gracias a los que habéis hecho posible que mi propósito se haya cumplido, a los que os pedí que la tuvieseis en vuestras oraciones, a quienes a cada minuto se desviven por ella, a quienes habéis hecho que un día soleado de Abril llegase al mundo esta preciosidad. Dicen quienes la tienen cerca que sonríe, sonríe como queriendo agradecernos a todos lo que la queremos. Pero Claudia, debes saber, que no tienes que agradecernos nada, tu llegada es más que de sobra de agradecer.


Por eso si hago balance del 2010, no puedo más que sonreir y sentirme feliz por haberla conocido. Ella sigue siendo mi propósito para este nuevo año, será mi principal propósito para todos los años que me quedan. Y es que viendo éstos ojos, ¿quién no se enamora? No es amor de tía, o tal vez sí.


A todos, os vuelvo a decir, GRACIAS, por estar siempre ahí, viviendo cada minuto de esta película, soñando conmigo, compartiendo. Os deseo lo mejor de corazón a todos, amor, felicidad, trabajo y todo lo que siempre se desea este día. Pero sobre todo, os deseo a todos salud. Sin ella lo demás no existe.


Vivir. Sonreir. Soñar. Mojar. Aprender. Llorar. Morder. Abrazar. Gritar. Cantar. Bailar. Correr. Caminar. Volar. Comer. Salpicar. Conocer. Enseñar. Viajar. Saltar. Equivocaos. Compartir. Querer. Amad. Besar. Corregir. Dormir. Despertar. Creer. Caer. Levantar. Dar. Recibir. Jugar. Estar.


A mi madrina, aquí o allí, lejos o cerca, pero siempre conmigo.


¡¡Hasta nunca 2010!!


Edurne (Edi)

26 de diciembre de 2010

Carta a un Pañuelo

Querido Pañuelo,

Y no de mocos precisamente.

Vale.. vale... no es forma de empezar una carta y menos en estas fechas, pero no pondré un feliz navidad por todo lo alto, ni siquiera en mayúsculas. Seré tan sencilla, o tan amargada por si alguno lo piensa, que sólo desearé Feliz Navidad en mayúsculas a quien no es feliz en estas fechas y necesita felicidad. A quien ya lo es, sólo le deseo que termine bien el año y que el siguiente año venga cargado de salud, sobre todo eso. No pienso invadir mi blog de falsos deseos caramelosos, lo siento. Otro año tal vez. Lo único que tengo para celebrar es que el año termina.

Al asunto. Pongamos que por cosas de la vida, no tengo pelo y me pongo un pañuelo a la cabeza. Entonces decido ir a misa. Voy, y me siento. Los de mi alrededor pensarían cosas como "qué lástima" o "pobre chica, tan joven..." Es normal, bueno, entiendo que se pensase eso, vaya.

Pensemos que en lugar de yo misma con un pañuelo a la cabeza, fuese monja. ¿Qué pensaría la gente al verme en misa? Pues que una monja va a misa, como algo común en su día a día. Se le miraría con total normalidad, pues lleva su pañuelo en misión a Dios.

Pero pensemos que esa misión se debe a otro Dios, a otra religión. Ese pañuelo lo llevo porque soy musulmana. ¿Qué pensaría le gente que está conmigo en misa? ¿Qué pensaría la gente en general? El tema daría para largo, para un único blog seguramente. Extraño cuanto menos, ¿una musulmana en una iglesia? Extraviada seguro. Pues no, sólo es ganas de ver y conocer una navidad occidental completamente. Las miradas ya no son de pena, ahora son de rechazo, vapuleantes, extrañas, y no me atrevo a escribir odio.

El 99% de las personas que acuden a misa son cristianos y acuden por voluntad propia, suponiendo así que creen en la palabra de Dios, en el perdón, en la aceptación, en que todos somos hermanos. Pero en cambio, cuesta ver como a un hermano a ese 1%, cuesta darle la mano cuando el sacerdote nos ordena darnos un gesto de paz, cuesta no girar la cabeza y mirarla, cuesta no pensar que hay gente de pie mientras ella está sentada, cuesta decidir sentarse a su lado, cuestan mil gestos. Mil gestos hacia ese "otro". ¿Dónde queda lo que Dios nos ha enseñado?

Esta Navidad no vuelvo a casa, como el turrón del almendro. Eso me hacía estar triste, también el pensar que es la primera Navidad sin una persona importante en mi vida. Pero alguien ha venido a hacerme feliz, alguien ha venido a sacarme una sonrisa, alguien ha venido a hacer que mi Navidad no sea tan triste y me haga ver que aunque el sol se haya ido, sigue habiendo estrellas en el cielo para ver. Ha venido durante estos días a mi casa, a mezclarnos con el idioma, a hacernos reflexionar que "el otro" no es tan diferente a nosotros. Incluso pensé en ponerme un pañuelo para ir a misa y compartir con ella esas miradas, pero ante su insistencia de que no lo hiciese, se llevó ella todas las miradas.

Y esa persona, lleva pañuelo.




¡Gracias!

Edurne (Edi)


PD: Lo que hace llevar un pañuelo.... Malditas mentes cerradas...

23 de diciembre de 2010

Carta a un Sorteo

Querido Sorteo,

Tenía yo 14 años. En el colegio en el que estudiaba había un grupo de tiempo libre (que no nombraré, la propaganda no está bien remunerada) y yo pertenecía a ese grupo, o al menos estaba entre las listas de gente apuntada.

Durante los veranos organizaban unos campamentos en el monte, y ese año decidieron renovar el material (pabellones y material de cocina, principalmente). Por eso, meses antes del campamento recolectaron dinero haciendo a todos quienes participabamos en el grupo de tiempo libre vender boletos. Sí, los típicos que te vende un chaval pesado por la calle jurándote que por sólo 1€ ganarás un viaje a las Islas Canarias o similares, aunque luego esos boletos nadie mira y van a la próxima basura que haya por la calle. El caso es que yo, como moza obediente que acostumbraba a ser (llega a ser ahora y los boletos los vende Ambrosia), vendí religiosamente mi taco de 50 boletos.

Recuerdo que el día del sorteo era un viernes a la tarde. Pensé en no asistir a la rifa, pero mi madre, quizás con ganas de que la dejase un rato tranquila dormir la siesta, me insistió en que fuera para salir un poco de casa. Casi sin hacer mucha memoria recuerdo que llevaba puestas mis zapatillas beige con cordones naranjas fosforitos, un vaquero, una camiseta azul que me encantaba con un dibujo de una palmera y una cinta de pelo negra. Llamé a Nerea y Arrate, y me fui al sorteo. Había unos 15.000 boletos en un saco enorme, de donde iban a extraer uno para dar el primer premio. Yo llevé 8 de los 50, no me detuve mucho en buscar todos los que tenía, casi no había posibilidades de que me tocase. Algún iluso de la vida tenía unos 200 boletos, y yo con mis 8.

Después de rato y de aburrimiento, apoyadas en una pared mientras la enormísima multitud de gente ardía en deseos de que el boleto elegido fuese el suyo, Alberto pronunció:

- "Y el boleto para el primer premio es................. el número......... 6369."

6369.... 6369.... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡6369!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! ¡¡¡YO TENGO ESE NÚMERO!!! Ahora sólo falta que ese número sea de mi taco de boletos y me lo haya dejado en casa...

6365.... 6366... 6367.... 6368.... dios mío.... 6369... ¡¡SÍIIIIIIIIIIIIII!!

Sí señores. El primer premio fue mío. Subí al pequeño escenario improvisado, me aplaudieron mientras la gente empezaba a marcharse con cara de cabreo por no haber ganado, y me dieron el ansiado premio. Una cámara de fotos y un cheque de 250€ para gastar como quiera en una macro tienda de deportes.

El triunfo va de la mano con el odio y la enemistad. O más bien con la envidia. Es increíble pero después de aquello, muchos me miraron con cierto resquemor. Pero bueno, no se puede tener todo. Mis padres recuerdan cómo les llamé sofocados y gritando, creyendo que me ocurría algo muy serio.

Los 250€ desaparecieron a la semana cuando fui a la tienda y me llevé:
- Un saco de dormir.
- Una esterilla.
- Un pantalon largo de chandal.
- Un pantalon corto de chandal.
- Una camiseta.
- Una camiseta para mi madre.
- Una cantimplora.
- Un monedero.
- Un chubasquero.

Y seguro que algo más, pero de eso hace ya años y no recuerdo. Sólo sé que fueron 250€ muy bien empleados. Para mi desgracia la cámara era malísima, creo que no hay ni una buena foto sacada con esa cámara.

Ésto lo cuento, porque sin duda es un día inolvidable en mi vida, pero también para explicar el por qué no creo en los juegos de lotería, especialmente estos días. La suerte ya estuvo de mi lado una vez, ¿es posible que pueda estarlo dos veces?

Pero, ¿sabéis cómo conseguí vender todos los boletos? Porque si tenía 50 para vender, 35 me los compró mi abuela. Posiblemente el boleto que fue premiado, era uno de los que ella me compró, porque después de pagarlos me los regáló.

Aún no me termino de creer que el ciclo de la vida haya hecho que no te vuelva a ver nunca más. Vuelve y encontremos juntas el final de ese cuento que nunca me contaste. Y si no lo encontramos, lo inventaremos.

Edurne (Edi)

18 de diciembre de 2010

Carta a 30 segundos

Queridos 30 segundos,

Me arrepiento. Debí haber quedado a las 9. ¿Por qué dije las 10? Aún queda una hora, y qué lenta se pasa. Todavía media hora. ¡Vamos reloj, corre! Ya las 10'55. Qué bien. No ha venido antes, ¿será poco interés? Miro la calle, miro dentro, miro hasta en los sitios insospechados. Parece que ésto lo hace ella. Suena a que ella me vuelve loco. Creo que es eso. Sí, ella me vuelve loco. Ya las 4. No aparece. Está bien. En todos los relojes no se marcan las 10 del mismo modo. Unos minutos de cortesía. Minutos que parecen horas y saben a años. Miro a la puerta. Espero su cara en cada persona que entra. Pero no. Aquí sentado. Soy un iluso. Distracción. Lo necesito. Oh, un periódico. Hago que leo. Oigo pasos. Ya no distingo los suyos. Todos los pasos me parecen los suyos. 10'15. ¿Vendrá? ¿No vendrá? ¿Se habrá olvidado? Oigo la puerta abrirse. Miro. No puedo evitarlo. Prometo no volver a hacerlo. Imposible. 10'30. Sudo. Me siento sucio. No era aquí. Quizás me equivoqué de sitio. No. Miro el móvil. No hay llamadas. Se abre la puerta. Es ella. Mi corazón se congela. Al igual que cada vez que la puerta se ha abierto. Sus pasos. Suenan únicamente a sus pasos. Imposible confundirlos. 30 minutos. Una eternidad sin ella. Ella aparece. Entonces sólo son 30 segundos.


Edurne (Edi)

12 de diciembre de 2010

Carta a unas palabras

Queridas palabras:

Ya basta. Basta de ir por el mundo con la cabeza alta mirando a todos, altos, bajos, a todos. Basta de ir creyendo que hay quienes no son suficientes. Basta de ir juzgando sin conocer. Basta de prejuicios. Basta de bobadas.

Hoy quiero huir de todo eso. Quiero huir de lo que inevitablemente inunda las personalidades humanas. Seré sincera, seré valiente. Pero hoy voy a decirlo. Voy a decírtelo.

Quiero decirte que has dejado un hueco en mi vida. Aunque lo más triste es que nadie lo podrá llenar jamás. Decirte que te necesito, que quiero que vuelvas y no te marches, que te echo de menos como no puedes ni imaginarte. Decirte que fuiste parte de mi vida y aún eres parte de mi vida. Decirte que mi día a día no es igual ni parecido, ni mi vida es igual sin ti. Decirte que no soporto no estar contigo, ni me hago a la idea de que ésto pueda durar. Decirte que dije para siempre y puedo asegurarte que cumpliré con esas palabras. Decirte que tu amistad superaba tus defectos, aunque mi intención no fue nunca que fueses perfecta.

Te diría tantas cosas. Te diría que me perdonases por cuando llovía y no te tapé, o cuando tuviste frío y no te arropé. Te diría que me perdonases por no haber estado siempre al 100% para ti, por haber tenido que sufrir mis agobios, dudas, nervios, errores. O por cuando algo me dolía, que sé que a ti te dolía el doble. Te diría que me perdonases por no haber intentado entenderte siempre, por no haber intentado saber qué te ocurría, por no haber sabido descifrar la ayuda que me pedías cuando me gritabas en silencio.

Si tuviese que hacer una lista para darte las gracias por todo, tendría que abrir un blog sólo para eso. Seré breve, y te diré que gracias por tu sonrisa, tus consejos, ayuda, ánimos, por darme la mano cuando me caí, por cuidar de mí, por quererme, por preocuparte, por haber existido en mi vida, por ser alguien inolvidable. Por ser tú.

Basta. Se acabó. No aguanto estar en silencio. Basta de orgullo, se silencios, de esperar que la otra persona de ese paso. Hoy me trago mis palabras, y esperando que estas palabras te lleguen, sólo digo que espero volver a tenerte pronto conmigo.

Una amistad es más que unas palabras.


Edurne (Edi)

6 de diciembre de 2010

Carta para cuando seas mayor

Querida Carta,

¿Cuántas veces nos habrán dicho de pequeños que cuando seamos mayor entenderemos algunas cosas de esta vida?

De pequeña pensaba que los mayores eran unos aburridos, se pasaban el día colgados del teléfono, llorando porque el príncipe azul jamás aparecía, comiendo verduras y repeliendo las golosinas y el chocolate, saltando de la cama demasiado pronto los sábados, viendo películas en donde los actores no eran dibujos animados...

Los mayores, esos seres caprichosos imponentes de normas, jueces de lo correcto y lo incorrecto, mandamáses insoportables, todopoderosos de fortunas y desfortunas, entendedores de lo inimaginable... Ellos poseían esa edad y junto con eso también el poder de decir "algún día tendrás mi edad", "algún día serás tú quien esté en una situación así", "algún día serás madre" (y con ello entendería más a mi madre).

Pero sobre todo: "Cuando seas mayor, lo entenderás."

Pues bien, a punto de que en mi DNI ponga que hace dos décadas vine a este mundo, sigo sin entender algunas cosas. Quizás cuando mi madre me decía que cuando fuese mayor lo entendería, se refería a cuando tuviese más de 20 años. O quizás es que hay cosas que simplemente son inentendibles.

Jamás podré entender cómo las personas son tan poco valientes. A menudo veo a quienes cogen una mochila y se van a recorrer el planeta y a hacerse hombres y mujeres de mundo; a quienes se tiran con una cuerda desde puentes altísimos; a quienes pasan sus vacaciones en países considerados 'altamente peligroso' y llenos de conflictos. El mundo reacciona pensando que son valientes, o muy valientes.

Pero posiblemente, muchos de esos 'valientes' no lo sean tanto cuando vayan a tener un hijo enfermo y decidan abortarlo. Más aún si ese hijo es un "accidente". Es impensable para algunas mentes el imaginar sus vidas estropeadas o molestas por la presencia de un hijo.

A veces se nos llena la boca cuando hablamos de tolerancia, igualdad, mente abierta, multiculturalidad... ¿Dónde queda eso?

Algunas personas se sorprenden cuando les digo que no tengo un grupo concreto de amig@s, estoy y voy y vengo con personas de Argentina, Rusia, Estados Unidos, Yemen, China, Grecia, Francia, Inglaterra, Suecia, España, Rwanda, Namibia, Nicaragua, India, Bielorrusia, Ucrania, Alemania, Italia, Mexico, Camerun, Kazakhstan, y no sigo porque creo que os hacéis una idea. Unos más, otros menos, pero demuestran la palabra amistad.

No voy gritando que soy tolerante, ni me doy un do de pecho, ni me cuelgo medallas por mi mente abierta, ni todo en mi vida se puede considerar igual. No pierdo mi tiempo en eso.

Prefiero perderlo en pasar buenos ratos con mis amig@s, aprendiendo malas frases y palabras en otros idiomas, viajando a lugares que pocos saben colocar en el mapa, comiendo helado en invierno, riendome hasta que el estómago duela, haciendo malevolencias hasta altas horas, bromeando e infantilizandome con mis sobrinos, escuchando los discursos de mi padre, imitando el auténtico acento andaluz de mi madre, recordando cómo mi niñez sigue jugando en aquella casa antigua de Madrid, no teniendo prisa para que ocurran algunas cosas de esta vida que de seguro sucederán algún día, no creyendo que 19 años son demasiados para hacer otras cosas, disfrutando de oportunidades únicas...

Quizás cuando sea mayor encuentre explicación para algunas cosas.
O quizás no.
Pero mientras viviré todo eso, que sin duda, es único.
Simplemente seré yo.

Edurne (Edi)