29 de enero de 2011

Carta a un Hermoso Lugar

Querido Hermoso Lugar,

Y qué hermoso el lugar que ocupa una especie de amor encima de otra, o debajo, o qué sé yo, o qué me dice la vida, o qué no me cuenta, o qué me dice el enorme sentido del deber, y te quiero, y no te quiero, y te echo de menos, y quiero follar contigo, pero sólo por tocar mi barriga desnuda con la tuya, y también te quiero a ti, y sé que también soy única, y no te muevas ahora, y así está bien, pero entonces es cuando empieza a sonar la jodida canción, ya sabes, la de lo siento pero no te quiero, pero la más terrible es la otra, la que dice que sí te quiero, por qué me tengo que sentir tan mal escuchándola, y qué más da lo demás... Y la vida es una mierda que se enreda en la suela de tus zapatos.




Edurne (Edi)

23 de enero de 2011

Carta a un mini-relato

Querido Mini-Relato,

Elena jamás buscó. No necesitó. Ella era su vida. Teté. Una muñeca de porcelana. Elena podía pasar horas con Teté. Peinándola, cambiandole la ropa, pintándola. Pero quien dice horas, dice días y dice años. Un enorme vacío, blanco o negro, existía si Teté no estaba con ella. Teté era sonrisa, era aventuras, era soledad y a la vez compañía, era de noche, de día. Ella era todo, era vida.

Incontables eran las horas que podía pasar Elena sentada en el suelo jugando con Teté. Ni los relojes poseían horas para contar ese tiempo, que poco a poco dejó de correr para convertirse en algo ya recorrido. Elena vivía sentada en el suelo, con Teté entre sus manos, situada entre altas montañas.

Ana se las encontró en su camino. Las observó jugar, pero no las comprendió. Entonces siguió su escalada hacia lo más alto de una montaña. Sara tropezó con ellas en su camino hacia la montaña, pero apenas sí volvió la cara para ver si estaban bien. Sabía que las había herido del golpe, pero detenerse para comprobar su bienestar le retrasaría en su exitoso camino hacia la cumbre. Alberto les pisó, y les hizo daño. No vio a Elena y su muñeca Teté, eran demasiado pequeñas en el suelo comparado con las altas montañas que había cerca para ser escarpadas.

Y allí abajo, permaneció Elena, dolorida por quienes la golpearon camino al éxito, sin importarles ni entender la felicidad de quien encontraba su mundo en una muñeca llamada Teté. Quizás, después de todo, en la cumbre de una montaña no existía el éxito ni la felicidad que Elena encontraba allí abajo.


Edurne (Edi)

19 de enero de 2011

Carta a ...

Queridos ...,

... ir de picnic, dormir la siesta a la orilla de un río, comer melocotones, gambas, cruasanes, arroz pegajoso, nadar, bailar, comprarme zapatos, ropa interior, perfume, leer el periódico, mirar escaparates, coger el metro, estar pendiente de la hora que es, empujarte cuando ocupas todo el sitio, vender la ropa, ir a la ópera, a Beirut, a Viena, de compras, al supermercado, hacer barbacoas, refunfuñar porque se te ha olvidado el carbón, lavarme los dientes al mismo tiempo que tú, cortar el césped, leer el periódico por encima de tu hombro, no dejarte comer demasiados cacahuetes, visitar las bodegas del Loira, y las de Hunter Valley, hacer el tonto, cotorrear, presentarte a Marta y Tino, coger moras, cocinar, volver a Vietnam, llevar un sari, cuidar el jardín, despertarte otra vez porque roncas, ir al zoo, al mercadillo, a París, a Londres, a Melrose, a Picadilly, cantar canciones, dejar de fumar, comprar vajillas, tonterías, cosas que no sirven de nada, tomar helados, mirar a la gente, ganarte al ajedrez, escuchar jazz, reggae, bailar el mambo y el chachachá, aburrirme, ponerme caprichosa, estar de morror, reir, camelarte, buscar una casa con vistas a las vacas, llenar hasta rebosar carritos del supermercado, volver a pintar un techo, coser cortinas, pasar horas y horas en la sobremesa hablando con gente interesante, encandilarte, cortarte el pelo, arrancar las malas hierbas, lavar el coche, ver el mar, ver bodrios de pelis, volverte a llamar, cantarte las cuarenta, aprender a coser, hacerte una bufanda, deshacerte ese horror, recoger gatos abanodonados, perros, loros, elefantes, alquilar bicicletas, no utilizarlas, quedarnos en una hamaca, releer viejos tebeos de mi abuela, volver a ver los vestidos elegantes de las revistas, beber margaritas a la sombra, hacer trampas, aprender a planchar, tirar la plancha por la ventana, cantar bajo la lluvia, huir de los turistas, enborracharme, decirte toda la verdad, recordar que no es bueno decir toda la verdad, escucharte, darte la mano, recuperar la plancha, escuchar las letras de las canciones, poner el despertador, olvidarnos las maletas, instalarme para siempre en algún lugar bajar la basura, preguntarte si todavía me quieres, hablar con la vecina, contarte mi infancia, las sortijas de mi niñera, el olor a henna y las bolitas de ambar, hacer barquitos, etiquetas para los tarros de mermelada...




Y esa es sólo una pequeña lista de las cosas que sé que jamás haremos ni compartiremos juntos.


Edurne (Edi)

9 de enero de 2011

Carta a una Explicación

Querida Explicación,

No sé qué hago dándola, pero la voy a dar.

Cuando alguien comenta en mi blog, por defecto los comentarios pasan a ser procesados por la dueña de este blog (es decir, yo misma) y pasan a mi aprobación. Si los apruebo, paso a comentarlos. Si no, no. Sin embargo, esos mismos comentarios llegan a la bandeja de entrada de mi correo, por lo que siempre los leo desde allí y cuando me decido a escribir de nuevo una entrada, abro mi blog y publico de una vez los últimos comentarios recibidos y que se han quedado pendientes.

Resulta, que desde ayer un anónimo me comenta en el blog bajo como ya he dicho, su nombre en anónimo. Leí sus comentarios en mi bandeja de correo, discrepé con su crítica de que no se me da bien la ortografía, pero como a palabras necias oidos sordos, olvidé el comentario y lo dejé en pendiente hasta tener algo que escribir en una nueva entrada y publicarlos.

Pues bien, ese anónimo vuelve a pronunciarse hoy para llamarme "cobarde" por no publicar los comentarios que no me gustan. Pues bien, tengo dos cosas que decir:
  1. Cobarde tú. Por comentar en anónimo.
  2. En este blog se publica lo que YO quiero, si no te gusta, nadie te obliga a leerme.

Además, las direcciones IP se quedan grabadas, y por tu forma de escribir, sé de lejos quién eres.

No tengo más qué decir.

Edurne (Edi)

8 de enero de 2011

Carta a un Libro

Querido Libro,

Si algún día escribo mi vida en un libro, será en uno como éste.




Edurne (Edi)

6 de enero de 2011

Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos,

Después de estudiar y terminar trabajos de última hora, como siempre, a última hora, decido reflexionar sobre mi anterior entrada. Ese YO tan perdido, ahí en medio de una entrada, como si yo misma fuese el centro de algún lugar o rincón. Entonces decido cerrar la puerta de mi habitación, y justificar a ese YO. Justificarme. Justificar que hoy, 6 de enero, no he escrito la carta a los Reyes Magos. Las visitas habrán subido en mi blog esperando leer mi carta a los Reyes Magos, viendo cómo pido paz en el mundo, salud y amor para los míos, y pido por Claudia.

Pero no. No tengo la memoria de Forrest Gump para acordarme del primer par de zapatos que calcé. Por eso no recuerdo ni mis primeros zapatos ni la primera carta a los Reyes Magos, ni tan siquiera la última. ¿Será que a estos señores jamás les escribí nada?

Mientras hoy desayunaba-comía, decidí poner la caja tonta para no escuchar el horrible silencio que hay en mi casa estos días. Silencio porque mis padres, están ya lejos, y mi hermano vive en su hábitat desde hace tiempo también. Tras dar un paseo por varios canales de televisión (no por todos, aún debería descubrir cuantos canales tiene una televisión normal) sólo veía dos tipos de cosas.

1- Niños festejando la llegada de los Reyes Magos con los numerosos juguetes y más juguetes que les han traído sus magestades esta noche.
2- Tontainas de medio pelo echándose champán por la cabeza porque han ganado una suma prohibitiva de dinero.

Sin embargo, en ningún canal decían que hoy, ahora mismo, justo ahorita mismito, mientras yo escribo ésto, varios niños han muerto de hambre en algún lugar del planeta, quizás sin ni siquiera haber visto un juguete en su vida. Y eso sin que haya ni 1000km desde donde yo estoy ahora mismo. Pero es el tema de siempre, así que quienes piensan en cerrar mi blog para no leer lo mismo de siempre, les aconsejo seguir leyendome un poco. Eso si no han cerrado ya directamente. Ésto nunca ha sido un blog normal, no lo va a ser hoy, así que no trataré un tema normal, todos lo sabemos y todos (o yo al menos) nos sentimos culpables de ello por estar sin hacer nada.

A veces en este blog trato de escribir, vivencias, experiencias, pensamientos, reflexiones, otras veces literatura. Quizás sea ahí donde la literatura se haga más real sea donde esté escribiendo la propia vida.

Si escribí ese YO ahí en medio, tan solito, sin tan siquiera firmar, era porque me he dado cuenta de cómo han cambiado las navidades. De pequeña soñaba con esos regalos, esa fantasía, ese ver a la familia. Mis tíos, esos que poco a poco dejaban de molar y se iban haciendo viejos, y lo mejor de todo es que me daba cuenta de cómo envejecían con los años. Mis primos, los mayores cada vez más mayores, como todos. A algunos el cumplir años les convertía en personas con experiencias y ganas de gastar bromas. A otros les sentaba mal, decidían aparcar los juegos y las bromas y sentarse en la mesa de "los mayores", con los tíos me refiero. Los pequeños, cada vez crecían más y mis habilidades para abusar de su desconocimiento en todo eran menores. Las abuelas, siempre iguales, quizás quienes menos se transformaban con el paso de los años. O así quería verlas yo. Y mi infancia, esa que dejé en aquel piso viejo de Madrid...

Y no es que el adjetivo "familiar" sea el que mejor califique a mi persona, pero les echo de menos. Ahora todas las fotos, besos y sonrisas se han convertido en un "Feliz Navidad" a través de las redes sociales. Eso las que han llegado a existir en verdad, porque me sobran dedos de una sola mano para contarlas. Este año empezó de un modo extraño, y ha acabado de un modo más extraño aún. Ayer era la cabalgata de Reyes. Sabía que mi tía y mis primos de 1 y 4 años irían a la cabalgata. Por cosas de la vida, ese casual encuentro era el único en el que les podía haber visto. Quería ser la prima guay que salta y roba 300 caramelos para sus primos pequeños que con suerte levantan un metro del suelo. Pero no. Todo se quedó en mis ganas, la gripe no me lo permitía. Otra vez será. Ya ni como prima mayor funciono. No me gustan las navidades, ¿os lo había dicho? O al menos estas navidades.

Pero en cambio, hoy tengo ganas de levantarme. Sin reyes, sin padres, sin primos, sin abuelas, sin nadie a quien felicitar ni regalar nada, sin árbol que decorar para poner regalos. Hay vida después de la navidad, y también durante.

Si este año no vuelvo a casa por navidad, como el turrón del almendro... me quedaré aquí, como una tableta de chocolate.

Que eso es lo que soy.


Edurne (Edi)

Carta a la Soledad Absoluta














YO