31 de mayo de 2014

Carta a una inquietud

Querida Inquietud,

Desde siempre he sentido interés e inquietud por la diversidad cultural. Presumo de tener much@s amig@s de multitud de países aparentemente diferentes al nuestro, por ejemplo Yemen, Iraq, Iran, Turquía, Mongolia, China, Armenia, Bangladesh, Arabia Saudi, Nigeria, Senegal, etc.

No comparto sus costumbres ni apoyo todas las ideologías que he conocido. Pese a las miles de diferencias que me separan de estas personas, encuentro un punto en común. Primero, el idioma. Cuantos más idiomas sepa una persona mayor es el abanico de personas con las que va a poder comunicarse. Ésto ha sido siempre un aliciente para perfeccionar mi inglés, y me he esforzado en aprender expresiones básicas en otros idiomas. Todos conocemos a alguien que no está dispuesto a aprender un idioma nuevo por el miedo a adquirir la ideología de quienes lo hablan. ¡Ni que la ideología se transmitiese a través de un diccionario! Aunque... ¿tan poca confianza y personalidad se tiene en uno mismo para creer ésto?

Segundo, todos ellos poseen mi misma inquietud por conocer de otras culturas y compartir la suya. De no ser por ello, no podría conocerles ni contar ésto. Nadie mejor que alguien de China para que me enseñe a preparar unos noodles en condiciones. O qué es más relajante que música árabe o persa. Sí, hay que tener amigos iraníes para saber que el idioma oficial de Irán es el persa y no el árabe. De hecho, hay que saber que el árabe tiene más de catorce variantes y que no todos los arabófonos pueden comunicarse en este idioma. Por supuesto, hay que saber distinguir quién es un árabe y quién no lo es.

Compartir y aprender de otras culturas no deriva en que vaya a convertirme en ellas. Mis amigas de Yemen me enseñaban a ponerme un velo, pero nunca he sentido interés en llevarlo cada día. Uno se enriquece cuando sale de las cuatro paredes que de su mundo. Cuando se conoce a "los otros" se entiende que no somos tan diferentes, soñamos con las mismas cosas y queremos conseguir los mismos logros.

Es imprescindible conocer y saber de las culturas que hay en el mundo, además tenemos la suerte de que cada día el mundo es más globalizado y más mixto. Es necesario conocer a los otros, saber qué son y porqué son así. De este modo no les veríamos tan diferentes. Lo de uno mismo no siempre es lo mejor porque tampoco se conoce lo de otro, solo conocemos lo nuestro. Tener inquietud por conocer más culturas e idiomas no implica querer adoptar esas costumbres ni se debe intentar cambiar al otro porque creemos que lo de uno mismo es mejor. No olvidemos que "tu libertad acaba donde empieza la mía". No puede molestar aquello que se conoce y se acepta.

Alguien sin inquietudes es alguien muerto en vida. Tengo inquietud por otras culturas, idiomas, religiones, costumbres, etnias, razas, historias, países... Por conocerlas, por leer sobre ellas, por verlas. No necesariamente por adoptarlas ni querer ser algo que no soy. Creo que es algo muy sano tener inquietudes, y entre las mías se encuentra ésto mismo.


Edurne (Edi)

14 de mayo de 2014

Carta a un Alivio

Querido Alivio,

Creo que nunca he contado ésto, y ahora voy a hacerlo. No es que no lo haya contado, pero no de esta manera. A quienes les he mencionado algo nunca me han tomado en serio, no han creído que era un gran problema que conllevar o un gran dilema con el que luchar.

Mi madre me mandaba de colonias cuando estaba en primaria. Típicas colonias de ir todo el día, desde por la mañana hasta por la tarde, incluyendo a comer. Ese lugar al que todos llevábamos pantalón corto, camiseta, deportivas, una gorra y una mochila. A mí no me gustaban esos sitios. Cada mañana solo esperaba a que llegase un momento muy concreto del día: cuando llegaba la tarde y mi madre venía a recogerme. Cada día que la veía entre todas las madres yo corría hacia ella con un único pensamiento: un día menos. Ella asegura que yo iba encantada a estos sitios, pero qué iba a hacer... Ni las lágrimas más tristes hubiesen calado en lo más hondo del corazón de mi madre haciendo que ella se compadeciese y me diese la mano para llevarme de vuelta a casa, perdonándome pasar esos días de colonias. Yo me divertía más leyendo o escribiendo. O jugando en el parque de debajo de casa. Pero claro, se supone que a esa edad hay que ser sociable e integrarse en el mundo infantil. Nunca mejor dicho: infantil. No culpo a mi madre, al final solo quería que me lo pasara bien durante... ¿dos semanas? Una eternidad para esa edad. Y para cualquiera...

Puede que suene a que en aquel lugar sucedían cosas terribles. Tal vez alguien deduzca por lo que escribo que en estas colonias nos pegaban, maltrataban, insultaban, abusaban de criaturas de primaria o que nos hacían comer nuestro propio vómito. No. Ni mucho menos. Eran actividades que a niños normales les hubiesen gustado: piscina, escondite, pintar, disfrazarnos, hacer colonia, maquetas, pintarnos la cara, cantar y bailar, deportes, hacer tarros de arenas de colorines, jugar al pañuelo, llaveros de cocodrilo con abalorios (jamás en la vida fui capaz de hacer una pata del maldito cocodrilo), cocinábamos magdalenas, veíamos películas ... y un largo etcétera. Pero es que yo, por si no lo habías deducido, no pertenezco al borrego mundo los "normales". Como decía, era más feliz en casa leyendo y escribiendo, también yendo al parque con mis amigas del barrio. Pero no podía hacer más, y eso de fingir estar enfermo para no ir funcionaba a lo sumo durante dos días, y además reincorporarse tras esos dos teatreros días suponía un esfuerzo aún mayor. En fin, que yo hacía lo que estaba en mi mano por hacer amig@s y divertirme para hacer que esos ratos pasaran lo más rápido posible y marcharme a casa.

Pero tras esas actividades tan lúdicas y entrañables, existía la cara B o la cara oculta, como se quiera llamar. Esa cara opuesta es la del maltrato o bullying a compañeros. En concreto a dos: a Fran y a Miguel. Fran era un chico de varios años menos que yo, gordito, ancho, con cara de niño, pelo rizadito, inocente y bonachón. Fran es la definición más propia de niño que puedo encontrar. No era un sabelotodo ni un correveidile como muchos chiquillos lo son a esa edad (¿6? ¿7?). Como a veces suelo explicar, es el típico niño a quien le dices "¡Mira! ¡Por ahí va un hipopótamo rosa volando!" y él, mirando al cielo con ojos muy abiertos, diría "¿dónde? ¿DÓNDE?", creyéndose la broma/burla. Fran era un niño que asistía a las colonias con un fin muy exacto: divertirse y hacer amigos. Su aspecto físico le era un obstáculo en pequeños retos, por ejemplo era el último cuando había que correr, o no era capaz de salir de la piscina si no era por la escalerilla. La definición de Miguel es mucho más breve. Miguel era un niño discapacitado. No puedo definir su discapacidad ni ponerle un nombre, pero era un niño con problemas, apenas hablaba, se movía con dificultad, ni era capaz de aprender a nada. No es que lo esté describiendo con mi crueldad más absoluta, es que simplemente es una discapacidad más que reconocida, tal vez producto de alguna parálisis. No lo sé. El caso es que Miguel necesitaba atención y apoyo continuo de un monitor o profesor, para todo tipo de acciones: comer, ir al aseo, etc.

Pues bien. Como en todo grupo humano, existían los líderes o cabecillas. A lo largo de la historia las sociedades se han ido construyendo en jerarquías: Alguien valiente y bravo con nuevas ideas, mucha fuerza bruta y un poder de convencer exquisito conseguía hacerse con un grupo de personas que le apoyaban en sus acciones. Este grupo derrotaba a quien se oponía, y esa persona se hacía Rey o líder. Quienes no tenían ese poder de convencer a otros para poder sustituirle o no tenían la fuerza para acabar con ese grupo se encontraban con que terminaban siendo esclavos, pobres o muertos. Es así, el ser humano por naturaleza lucha por ser el líder o de lo contrario se convertirá en un cadáver solitario. La historia siempre recuerda a esos reyes o héroes, jamás a los guerreros.

A lo que iba. En estas colonias había un grupo de cabecillas, graciosillos (que no graciosos), líderes que buscaban al débil para sentirse fuertes. Es muy triste que haya quien necesite de débiles para sentirse fuerte. Lejos de describir a estos líderes, diré que en mi opinión todos esos líderes son solo ovejas disfrazadas de lobo, que necesitan hacer creer que sus dientes son de lobo para que no se los coma un lobo de verdad. Así que este grupo, no más de tres o cuatro gandules, se encontraron en Fran una víctima inocente para sentirse fuertes. En los juegos se burlaban de él si quedaba el último, le escondían la mochila y se reían de él cuando la intentaba encontrar... Incluso si le decían que su mochila se la había comido un alien, Fran se sorprendía porque de algún modo se creía que eso había sucedido, cosa que al resto les producía más risa.

Recuerdo una vez que Fran quiso cruzar una puerta de cristales que unía un patio con otro. En el lado al que él quería cruzar, estaban los aseos y él quería ir a lavarse los dientes después de comer. La gran mayoría estábamos al lado opuesto al de Fran, en el lado de los aseos. Entonces alguien tuvo la genial idea de agarrar la manilla de la puerta y dejar a Fran sin poder pasar. Nos fuimos acercando y se empezaban a escuchar risitas y frases del tipo "Vamos Fran, ¿no tienes fuerza para abrir la puerta? ¿eres marica o qué?". Fran solo miraba perdido, esperando a que alguien se compadeciese de él. Lo peor llegó cuando alguien dijo "Si quieres que te abramos la puerta, tienes que enseñarnos el pito." A Fran no le quedó otra que bajarse los pantalones y enseñarlo. Las burlas y las risas se hicieron mayores. Yo recuerdo que quise ayudar a Fran porque aquello se estaba pasando de la raya. Si me enfrentaba a quienes lideraban aquel episodio hubiesen abierto la puerta y me hubiesen empujado al lado de Fran, tal vez pidiéndome que hiciera alguna atrocidad con mi cuerpo para poder pasar al otro lado. Así que se me ocurrió decir "Ya lo ha enseñado, ¿queréis seguir viendo eso tan asqueroso? ¡Abridle la puerta". Y le abrieron la puerta a Fran, pasó, y se cepilló los dientes. Fran no parecía muy afectado por lo que le hacían. Claro que la procesión va por dentro. Aún recuerdo que su madre venía a buscarle y Fran siempre respondía que se lo había pasado estupendamente. No sé si por inocencia o por vergüenza a ocultar sus sentimientos.

Lo de Miguel fue también un caso sin nombre. Lo que le sucedía a Fran y a Miguel sucedía mayormente durante la hora de descanso y tiempo libre que teníamos después de comer. En este tiempo los monitores aprovechaban y comían o descansaban, y como consecuencia la vigilancia disminuía considerablemente. Miguel intentaba unirse a los demás niños y no estar solo. Un día, se orinó en los pantalones. Los niños comenzaron a reirse, y Miguel asustado empezó a correr para esconderse. Como consecuencia de su deficiencia, corría a pasos lentos y fácilmente alcanzables por los demás niños. Un gran grupo de niños corrieron persiguiéndole, gritándole "Eres un meón". Por suerte una niña de su clase corrió en su ayuda y le llevó a donde los monitores para que le atendiesen, salvándole así de aquellas bestias salvajes sin corazón.

Ahora vengo aquí y os cuento ésto como si yo me hubiese dejado el alma en ayudar a Fran o a Miguel. No. No lo hice. Por callarme y no hacer nada tengo tanta culpa como aquellos maltratadores. Por salvarme mi propio pellejo dejé que a alguien le destrozasen el suyo. Ahora, echando la vista 15 años atrás, me pregunto cómo no tuve el coraje de enfrentarme a aquellos que se creían "líderes" pero que no llegaban ni a basurilla. Pienso que debería haber intentado ayudarle, muriendo en el intento si hiciera falta pero muriendo como una heroína. Me excuso diciendo que fue instinto de supervivencia. Pero no me sirven las excusas.

He vuelto a ver a Fran desde aquel verano. Vive cerca de mi casa y de casualidad me lo suelo encontrar. Ha cambiado en tamaño, ahora tendrá unos 20 años. Pero sigue siendo aquel chico gordito e inocente que conocí en las colonias. Siempre lo veo con amigos, tanto chicos como chicas. De algún modo me siento aliviada por ver quizás no se le destrozó la vida tanto como podría haber sucedido. Aunque quién sabe, tal vez llore en silencio y nadie lo sabe. Cuando escucho la historia de algún adolescente que se ha quitado la vida sin motivo aparente, veo a Fran siendo humillado por todos al otro lado de la puerta de cristal. O pienso en esos chicos que cogen un arma de fuego y entran en un colegio y cometen una masacre. Aparentemente son chicos normales, algo tímidos quizás, pero nadie piensa que pueden tener un motivo para cometer semejantes barbaries.

Ante ésto, tengo dos sentimientos. Por un lado, me siento mal, fatal. Nadie sabe lo triste que me siento cuando veo a Fran y recuerdo lo que con mis propios ojos vi que le sucedió hace años. Por otro lado, me preocupo. Estoy preocupada por lo que las personas somos capaces de hacer para seguir a una "masa". La masa. Algunos por salvarse el cuello y otros simplemente porque creen que ciertos actos tienen gracia o chiste sin tenerlo. Veo en la televisión a todas esas personas que se echan a la calle para llamar "hijo de puta" al presunto asesino de su mujer o al presunto violador de una niña, o qué se yo. Según la Academia, Presunto: supuesto, que se supone o sospecha. Ésto quiere decir que hasta que un juez no estudie el caso y dicte sentencia de culpabilidad, esa persona es inocente. Todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Pero ahí están, todas esas personas en la calle gritando e insultando a quienes (supuestamente) han asesinado a alguien. Salen varias personas o sale el asunto en televisión, y todos creemos que esa persona es la culpable. La juzgamos e insultamos, se nos hace creer que son culpables. ¿Y si no lo son? ¿Hay disculpas que valgan? Siempre recuerdo a una mujer que fue encarcelada porque una adolescente de la familia había sido asesinada. Alguien dijo que la asesina era esta mujer, fue arrestada, y camino a la comisaria o juzgado una masa inmensa de gente, allegados, familiares y amigos la insultaban y arrojaban objetos. Años más tarde se supo que esta mujer era inocente. Hoy en día vive en un país extranjero con una identidad oculta. No hubo perdón que solventase la vida que le habían destrozado.

Quisiera saber qué tal se sienten todos los que la gritaron e insultaron aquellas veces, no solo los que fueron a la puerta del juzgado sino a todos los que desde sus casas pensaron que los insultos, humillaciones y castigos para esta mujer estaban justificados. Me da miedo lo que la televisión o las masas de gente lideradas por descerebrados nos hacen hacer o creer. Creemos que maltrato es solo dejar un ojo morado, romper un labio, violar, asesinar.... y que ésto está lejos de todos nosotros. Está demasiado cerca, y lo peor, está demasiado asumido.

Al principio de este post intenté escribir ésto para sentir cierto alivio al contar algo que muy pocas veces he mencionado. Lo cierto es que no, que no me siento más aliviada. Ni me sentiré mejor cada vez que lo piense.

Edmund Burke dijo: "Para que triunfe el mal basta con que los hombres de bien no hagan nada."

Edurne (Edi)