12 de julio de 2010

Carta a una contestación

Querida Contestación,

Soy de las que contestan a las cartas con otra carta, soy de las que aún escribe cartas. Os preguntaréis, ¿pero qué haces escribiendo cartas con 19 años? ¿Pues qué? Lo hago, aunque son menos de las que recibo, para qué engañarnos.

El otro día, esperando para entrar en el médico, decidí matar el tiempo de espera con una revista de las que había por allí. En las primeras páginas, había una sección dedicada a escribir cartas al director de la revista, y entre ellas se elegía una carta ganadora para obsequiarla con un regalo y además con mostrar su carta en un recuadro de otro color. Evidentemente, ésta llamó más mi atención.

Pero en qué momento lo hizo. No paré de leer más que frases que me hacían sentir ofendida. Ya sabéis que ofende quien puede y no quien quiere, pues este escritor pudo.

Se trataba de una carta en la que decía que las generaciones de hoy día hemos perdido los valores y costumbres de ir a una exposición, jugar al futbolín, leer un libro, una buena conversación, ir de excursión, hacer fotos para guardar el momento sino únicamente por hacer una foto bonita.... A veces me pregunto dónde me meto para no ser consciente de estas cosas.

Soy (como dice Tote King en su canción Conspiración) de esa generación que ya nació sin fe, que vivimos enfadados sin saber por qué. También soy de la generación que sabe que haga lo que haga, estudie lo que estudie, viaje a donde viaje, se esfuerce lo que se esfuerce, su futuro se verá en la empresa más grande de este país: El Paro. En ocasiones me siento culpable al pensar que mis padres hacen un esfuerzo por pagarme la universidad, aprender 5 idiomas, y un sin fin de cosas para poder apuntarlas en mi curriculum el día de mañana, porque ese día seré una Edurne sin ilusión. Tristemente, a ese curriculum quien más atención le prestará será el señor que le saque fotocopias. Al menos lo tengo aceptado, cuando termine la carrera, mi catedrática me dará una palmadita en la espalda y guiñándome un ojo me dirá: "¡Suerte en la vida!", y saludaré al mundo real como si estuviese desnuda, sin camino ni lugar a donde ir. Quizás una solución se encontraría entre estas palabras: sexo, política o religión. Pasapalabra.

Soy de la generación que se está tragando los errores de generaciones anteriores. Sí, señor de la carta de la revista, su generación sería felicisima, con amistades verdaderas de las que se mantenía el contacto día a día, jugando al futbolín o al billar, conversando con la puerta de casa abierta, leyendo libros de Los Cinco o Mortadelo y Filemón, Asterix y Obélix..., merendando sandwich de salchichón en el monte cada domingo tocando la guitarra, mirando por el objetivo de la cámara para inmortalizar los agradables encuentros navideños...

Pero su generación ha mandado a la mía al hoyo. Quizás no somos los más trabajadores, ni los más estudiosos, pero ello lleva a preguntarme, ¿por qué no lo somos? La típica respuesta sería: porque os lo hemos dado todo hecho. A parte de discrepar, no tenemos la culpa de eso. Pero vosotros sí tenéis la culpa de hacernos trabajar 10 horas al día por 1000€ al mes sin vacaciones. Eso si conseguimos trabajar, claro, y lo más importante es si trabajamos en lo nuestro.

Cuento con la ventaja de haber nacido en el boom de la tecnología. La mayor ventaja que veo en ello es el poder seguir en contacto con las viejas amistades y con quienes viven lejos. Yo lo veo como una suerte, no como un objeto de consumismo.

Siguiendo el hilo, quería decirle a ese señor que a pesar de tener 19 años he estudiado latín, me sé cuál es el participio pasado y lo mejor de todo es que sé que existe, leo a San Agustin, Nietzsche y Tagore, me sé la tabla de verbos, estudio y trabajo a la vez. También quería decirle que me encanta pasear por los parques de mi ciudad en bicicleta y comer sandwiches de atún sentada en el cesped, las partidas de billar intentando a imitar a los chinos sabelotodo de la mesa de al lado, leer 4 o 5 libros a la vez, reirme con Zipi y Zape, ver fotos de hace años y volver a reirme de esos momentos, charlar tomando un helado, deshojar margaritas, cantar viejas canciones de mi infancia, jugar al fresbee, bailar, leer revistas, escribir, escribir cartas, .....

Y oye, que soy de los 90.




Edurne (Edi)

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