8 de octubre de 2010

Carta a un Poema

Querido Poema,

Hace unos 10 días, fui a la feria del libro que ponen cada año por mi barrio. Cómo no, como cada año, allí estoy yo. Este año se me encaprichó un libro de Ana María Matute (El verdadero final e la Bella Durmiente) y otro de Dostoievski (Noches Blancas). Éste último, estaba el primero sobre una pila de libros de la misma colección. Mi madre decidió comprar uno de Becquer, el siguiente bajo el de Dostoievski, y los siguientes en la pila eran de autores como Nabokov, Cervantes, Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Jane Austen, Balzac, Goethe.... Cuando me decidí a pagar los dos libros (bueno, en realidad los pagó mi madre, yo sólo se los enseñé al tendero para que cobrase), éste amable sujeto quiso caerme en gracia y no tuvo mejor cosa que decir que:

"- Yo no conozco a ninguno de esos autores pero he oído que son conocidos. ¡Ah! Bueno, sí, conozco a Cervantes al menos."

Si alguien me hubiese clavado una daga en el corazón me hubiese hecho menos daño. ¡Cómo es posible! Entiendo que el mundo está lleno de incultos que jamás han leído un libro, pero de ahí a reconocer que ni si quiera le suenan esos autores... Más aún cuando el señor, era el propio tendero-librero que vive entre libros cuan bichito que se come las páginas dejando agujeritos en ellas. Por favor, ¿hay algo que duela más? Ante mi asombro y mi boca abierta que casi me desencaja la mandíbula, mi madre decidió pagar los libros y tirar de mi brazo para marcharnos. Lo único que fui capaz de decir en esos segundos fue: "Eh.. eh...".

Mi intención en la feria de libros de este año era encontrar algún libro de poesías de Sylvia Plath o Ted Hughes. Me pregunto si la depresión post-pregunta que hubiese tenido de haber preguntado si tenía algo sobre ellos me hubiese dejado estar ahora mismo aquí con vosotros escribiendo ésto. Así que no, no encontré nada sobre estos poetas, pero como digo, tampoco pregunté. Y menos mal, me hubiese quedado incluso sin onomatopeyas. ¡Ah! Bueno, que el hombre conocía a Cervantes al menos. Quizás debí haberle aplaudido por tal amplio conocimiento.

De cualquier modo, una vez superado el haberme encontrado con la persona más inculta de este mundo, aquí os dejo uno poema de Ted Hughes que habla sobre su relación con Sylvia Plath:


Caminamos hacia el sur atravesando Londres hasta Fetter Lane
y tu hotel. Frente a la entrada
en el lugar donde cayó una bomba, ahora en edificación
nos agarramos aturdidos
para protegernos y nos metimos juntos en un barril
por una especie de Niagra. Mientras caíamos
en un estruendo de alma tu cicatriz me contó
–como contraseña o nombre secreto–
cómo habías intentado matarte. Y oí
sin dejar ni un momento de besarte
como si lo susurrase una estrella serena
sobre la ciudad que giraba retumbando: Mantente lejos.


Una estrella cobarde. No recuerdo
como llegué de contrabando, enrollado a ti,
dentro de tu hotel. Allí estábamos.
Eras tan delgada y suave y ágil como un pez.
Eras un mundo nuevo. Mi nuevo mundo.
Así que esto es América, me maravillé.
¡Qué bella, qué hermosa es América!



Edurne (Edi)

1 comentario:

eligelavida dijo...

Comprendo perfectamente lo de la depresión post-pregunta. Yo también soy una aventurera en busca de libros y no comprendo que algunos (maravillosos) estén descatalogados y no se puedan adquirir.

Aprovecho para preguntar si alguien tiene 'El universo religioso en la obra de Dostoievski' de Guardini. Me daría un alegrón porque llevo años detrás de ese libro.

Un saludo!