6 de diciembre de 2009

Carta a un silencio

Querido silencio,

Silencio. Es lo que se oye en cualquier calle por donde paso. Las calles no tienen ruido. Como mucho cualquier canción del Ipod que voy escuchando con mis auriculares de color rosa y azul. Ignoro si alguien grita mi nombre, si alguien pide auxilio o si una ambulancia me pide pasar. Sólo mi música, nada más. Siempre he pensado que ir sola por la calle y escuchar el silencio de la ciudad mezclado con las obras, coches, semáforos, personas hablando y niños llorando es triste y hace que los trayectos sean el triple de largos.

De pronto te veo venir hacia mí. Tú me ves. Ambos intentamos cruzar de acera, meternos en una tienda o hacernos los despistados y simular que no nos hemos visto. Pero en nuestros corazones hay un querer disimular y pasar de largo, mezclado con un querer volver a hablar y estar cerca.
No queda otra. Nos paramos, sin saber muy bien qué se nos viene encima ni qué va a ocurrir. Me quito los auriculares. Tras un tímido "Hola... ¿qué tal?", lleno de ganas de saber qué tal estamos; viene un pequeño bloqueo de si nos damos dos besos o no. Pero no es más importante el darnos dos besos, sino el quién da el pequeño paso para darnos dos besos. A los dos no encantaría ir por ahí diciendo que el otro se nos acercó a darnos dos besos porque no se resistía.


Desearíamos que el momento exacto en el que nuestras mejillas se están chocando para dar un beso, durase eternamente. Un pequeño cierre de ojos en ese momento exacto, mientras huelo que aún usas la colonia que tanto me encantaba, y mientras hueles que sigo usando el mismo champú de siempre. Me sigue encantando. Y sigo sintiendo que ese olor me relaja y me tranquiliza. Hay cosas que no cambian.


Con el segundo beso frunzo el ceño y marco una pequeña distancia. Ese segundo beso me lo has dado en la comisura del labio, aún recuerdas que me encantaban los besos ahí. Hay cosas que no olvidas.


¿Mi vida? Estupendamente. Igual que la tuya. Después de aquel adiós definitivo por el cual ninguno de los dos sabemos lo mal que lo pasó el otro, nuestras vidas se han llenado de éxitos y felicidad. Qué mentira. Ambos sabemos que nos echamos de menos mucho tiempo, hasta que la distancia hizo el olvido. Lo sabemos, tantas miradas que una tan clara lo dice todo.


Cuánto nos gustaría que el otro se arrastrase y llorase y suplicase que volviesemos de la mano al pasado. Pero eso sería mucho soñar.


Así que un adiós con la promesa de un café que los dos sabemos que nunca llegará, y nos vamos. No volvemos la cabeza, sería dar el brazo a torcer. Eso también nos gustaría ir contándolo por ahí.


Me pongo otra vez los auriculares y sigo mi trayecto, sin saber muy bien a dónde, sólo sé que mis piernas me llevan a algún lugar. Ya ni mi música escucho. Mientras en nuestras caras hay una sonrisa que se debate con algo de pena. A nuestra mente vienen mil recuerdos, todos ellos buenos. Pero en el momento que recordamos aquel definitivo adiós y el por qué de ese adiós, se nos borra esa sonrisa. Y se nos va de la cabeza la situación.


Llegamos a casa, y buscamos esas fotos para sentirnos en el pasado otra vez. Pero yo rompí todas las fotos y todo lo que me recordaba a ti. Me siento tonta y juro no volver a hacer eso con las fotos de quienes quiero sacar de mi vida para siempre. Tú te das cuenta de que no tienes ninguna foto porque nunca querías nuestras fotos. Que salías mal decías, aunque para mí eran perfectas esas fotos.


Me meto en la cama y cojo el móvil, con pretensión de enviarte un mensaje y tomarnos ese café. No me arrastro, arrastrate tú. Pero tú piensas lo mismo. Así que al final ponemos el móvil en la mesilla esperando que el otro de el paso de enviar ese mensaje.

Al final, nos dormimos, y mañana ya no recordaremos ésto.


Sólo ese silencio. Silencio de espera. Silencio.

Edurne (Edi)

3 comentarios:

Anahí Eguía dijo...

¿Sabes? hay veces que una tiene que dejar el orgullo en la mesilla, solo un ratito, y dar el primer paso, solo para ver que puede llegar a pasar. Solo es un consejo, nada más.
Un beso

Edurne Beltrán dijo...

Ya lo dejé en dos ocasiones, y otros en ninguna.
Además, ya me sé el final de la historia: pasarlo mal.
Es una cadena que no termina.

Luis y Mª Jesús dijo...

Lo que tenga que ser será...