11 de febrero de 2010

Carta a algunos despistes

Queridos Despistes,

Ayer volvía de pelearme con la tendera de un quiosco porque me vendió una revista de hace 4 meses haciéndome creer que era la de este mes. Mis 3€ volvieron a ser míos, los recuperé. Sumémosle al ya cabreo por la pérdida de mis 3€, que era un día en el que me dolía mucho mi rodilla izquierda, como habitualmente sucede, aunque ayer con más incidencia. Si me duele la rodilla piso mal por reflejo para que no me duela, si piso mal cogeo, si cogeo voy torcida, si voy torcida mi columna va torcida durante muchas horas, y por eso mismo cuando ya va entrando vien la tarde me duele la cadera mil horrores. Ese dolor hace que me olvide del dolor de la rodilla, pero no hay nada que pueda combatir contra el dolor de cadera que por las noches no me deja dormir. Pero bueno, ya tendré el 2011 para curarme; este 2010 es de Claudia.

El caso es que volvía de la tienda con mis cascos puestos al igual que siempre que voy sóla por la calle. Esperaba a uno de los eternos semáforos de la avenida, cuando una furgoneta con un copiloto 'bastante raro' se paró delante mío. Ese tipo me empezó a mirar y a hablarme, pero no entendí nada con los cascos puestos. Por una extraña razón, ese hombre 'bastante raro' me incomodaba con su mirada y quise hacerme la despistada y la distante para que se fuese y me dejasen tranquila; así que di dos pasos hacia la izquierda para apartarme de delante de él.

Siguió mirándome raro y se marchó. A los 20 segundos, mi memoria pudo descifrar lo que el hombre me había dicho justo en aquel momento: "¿Por dónde se va al Casco Viejo?".

Es algo que no puedo justificar, quizás el tipo no tenía ese aspecto tan raro ni me miraba tanto y sólo necesitaba mi ayuda para que le indicase cómo ir al Casco Viejo. Mi estado de ánimo y las ganas que tenía de llegar a casa para sentarme y tomarme algo para la rodilla, más mi ausencia del mundo por llevar los cascos puestos, hizo que fuese totalmente mal educada y pasase de ese hombre. Bien sabe todo el mundo que sin ningún problema le hubiese contestado a ese hombre con una sonrisa y todo hubiese terminado ahí.

Contaba ésto porque mientras llegaba a casa, me sentía culpable por haberme comportado así con alguien. Posiblemente ese hombre dio mil vueltas por la ciudad hasta llegar al Casco Viejo porque una mal educada con los cascos puestos pasó de él olímpicamente.

Muchas veces hay alguien que tiene la mejor de sus sonrisas para regalarnos, un abrazo que ofrecer, un beso que dar, un detalle que tener, una inesperada sorpresa o un bonito gesto para darnos. Y nosotros, por nuestro estado de ánimo, por problemas, por despiste, por un día duro o por qué se yo, no correspondemos. En ese momento, tambalea el hecho de que todo eso vuelva a suceder, pues a quien te niega un abrazo o a quien no te devuelve la sonrisa, piensas que es un desagradecido y no le das nada más de eso.

O por el contrario, son esos detalles inesperados, gratuitos y de corazón los que hacen que cada día sea especial. Gracias a esas personas los días cambian de color y merecen la pena.

No sé si ese señor será un lector mío, pero si alguna vez lee ésto, que perdone mi despiste.


Edurne (Edi)

PD: Quería decirle a mi lector Mario que muchísimas gracias por tu comentario. Ese fue el pequeño detalle de ayer que hizo que me acordase de que aunque tengo mil razones para llorar, tengo mil una para sonreir. Y María Jesús, acabo de leer tu comentario, mientras unas estamos atrapadas por la nieve otras se van a la playa... ¡a disfrutarlo!

1 comentario:

Luis y Mª Jesús dijo...

No te preocupes Edi, habrá pensado ¡qué pena de juventud! y preguntaría a otro.
Lo de los cascos por la calle me da un poco de miedo porque aislarse de lo que pasa alrededor puede ser peligroso, piénsalo.
Un abrazo