29 de marzo de 2011

Carta a una Risa

Querida Risa,

Manchas de tinte en una oreja, cremalleras que se atascan en el momento más inapropiado, carreras sobre tacones para coger un autobús, lentejas para comer, felicitaciones de cumpleaños en fechas incorrectas, preguntas sexuales sin capacidad de respuesta, tropezones tontos...

Sólo son unas de las pocas situaciones por las que llevo riéndome desde ayer. Han sido un par de días en donde sin duda me he reído a lo grande. Venía con la disposición de escribir un poco acerca de la suerte que tenemos las mujeres que nacemos en países como el nuestro y no tener que ser víctimas ablaciones o de matrimonio por castas, o incluso de no ser sentenciadas a morir cuando se descubre que somos niñas.

¿Y por qué no? Yo os lo cuento. Os cuento que por azar nací en este país, pero había un 99% de posibilidades de que no hubiese sucedido así. Tal vez me hubiesen abandonado a la suerte de dios en un orfanato, que con suerte alguna pareja occidental con un corazón más grande que su propio pecho hubiesen ido a por mí para adoptarme y darme una vida mejor. Siempre contando con esa oportunidad, porque de no ser así me habrían abortado o matado al descubrirse que era una niña. O quién sabe, podría haber sido víctima de una ablación. Sin mencionar, que alguien podría haber decidido mi matrimonio y mi vida futura por pertenecer a una determinada casta. Creo que a eso lo llaman religión o cultura, o cultura religiosa... Qué importa.

Claro que no importa. A nadie le importa lo que yo escriba aquí. La mayoría pasaréis, lo leeréis, opinaréis, algunos hasta reflexionaréis, y cerrareis mi blog. Al mundo no le importa lo que yo escribo. Como parece ser que no importa lo que ocurre en los lugares más desfavorecidos. Sí lectores, notad mi enfado, notadlo.

También os cuento por qué. Si en entradas anteriores pronunciaba que no quiero un mundo como el que tenemos, hoy afirmo que no quiero vivir más en un mundo así. Hace unos minutos, cuando me disponía a escribir esta entrada, he visto una imagen que me ha roto en pedazos. Un niño yemení, de unos 8 años de edad, cubierto de sangre, abrazando a su madre que llora desconsolada porque su hijo ha sido herido a causa de las revueltas que estos días ocurren en su país. Segundos más tarde, el niño moría. Llega una imagen entre millones, la vemos, sentimos pena, juramos en otro idioma y nos preguntamos el por qué de estas situaciones.

Pero nadie se mueve, o perdón, pocos lo hacen. Me da rabia, estar aquí sentada y saber que medio Japón está muerto o desaparecido; como también me da rabia que el mundo árabe esté ardiendo a la vuelta de la esquina. O que niñas de oriente estén siendo abandonadas o maltratadas ahora mismo. O que en el tiempo en el que yo he escrito esta entrada haya habido niños que se hayan muerto por hambre, mientras muy cerca de ellos sus vecinos o los líderes hayan cenado con gula más de lo que necesitaban.

Y yo me siento culpable al escribir ésto en un buen lugar mientras ceno un sandwich que casi seguro me va a sentar mal. Se me llenan los ojos de lágrimas por saber que la vida es así y por saber que si existe algo al alcance de mi mano para que yo haga, es únicamente lo que está alrededor de mí en mi día a día.

Como ya decía antes, al mundo no le interesa todo ésto. Quizás alguno cuando ha leído ésto ha pensado: "Ah, ¿pero en Yemen siguen las revueltas?" Pues sí, Yemen es un país de este mundo y sí, existen las revueltas. Ésto se lo dedico en especial a quienes trabajan en los telediarios y creen que la noticia de que los ojos violetas más bonitos del mundo se han cerrado para siempre es más importante que los seres humanos que están muriendo ahora mismo en Japón, Libia, Yemen, Bahrein, y sabe Dios dónde más. Lo siento, pero no quiero vivir en un lugar así.

Ahora terminaré mi sandwich, publicaré esta entrada y pasaré a otra cosa como si nada sucediese, ajena a que a menos de 1000km de aquí se están muriendo de hambre y guerras. Ésto os prometo, no me produce risa.

Que se pare el mundo. Yo me bajo.

Edurne (Edi)

No hay comentarios: